Con tantos de Formigo, Jeldres, Tapia y Goberville, el equipo de Carlos Mungo superó por 4 a 1 al elenco viedmense y prolongó su racha a 17 partidos sin derrotas como local.
Cuando un equipo te brinda la tranquilidad de saberse superior al rival, y lo logra demostrar en verde césped con fútbol y goles, fluyen los aplausos y los hinchas despliegan sonrisas que se tornan contagiosas.
Eso es hoy Villa Mitre. Un equipo capaz de aplastar a su rival con una actuación contundente y convincente, más allá de quién se ponga enfrente.
Esta vez lo padeció Sol de Mayo, que perdió categóricamente 4 a 1, aunque pudieron haber sido más goles. Hubo un abismo de diferencia entre uno y otro equipo, Y no fue el primero que lo padeció, porque el tricolor, en su estadio, estiró a 17 partidos sin derrotas con 14 victorias y 3 empates.
Claro, cómo no se va a ilusionar su gente, que terminó cantando mientras los jugadores, desde le campo de juego, agitaban sus brazos con el "dale, dale, verde...; dale, dale verde..." ; que prosiguió con el clásico: "el domingo cueste lo que cueste..."; y mucho más.
El fútbol de alto vuelo se basó, principalmente, en el funcionamiento colectivo. Y la prueba está en que ausencias de relieve no se sintieron. Jeldres -autor de una conquista- y Cuenca -que asistió en dos goles- hicieron olvidar a Jara y Peralta; pero también Goberville, que entró en el segundo tiempo, se anotó en la red para decir: "acá estoy yo...".
Lindo rompecabezas para un Carlos Mungo que se debe sentir a gusto con lo que aporta el equipo cada vez más consolidado y con el firme propósito de pelearle el liderazgo a Olimpo.
Villa Mitre tuvo el control de la pelota y el dominio territorial desde el inicio y no sufrió ningún contratiempo en un primer tiempo casi perfecto, donde se despachó con dos goles y transformó en figura al arquero Irusta.
Sol de Mayo, con una línea de cinco defensores y todos los demás con la firme obligación de no dejar construir al rival, se fue rindiendo con el correr de los minutos. Y eso fue porque Olinick es un motorcito aceitado que engrana a la perfección en las dos facetas: generar y recuperar. Y porque Enzo González lo interpreta como pocos para asociarse en espacios reducidos y sacar provecho de su pegada prodigiosa.
A eso se suma la capacidad de Ricardo Tapia para comerle las espaldas al marcador de punta -sabe que el bochazo certero le va a llegar- y porque Maxi López, por el sector izquierdo, es un voluntarioso que puede sorprender cuando nadie lo espera.
Cuando Formigo fusiló a Irusta -a los 22 minutos-, tras una serie de rebotes, para ubicar el balón abajo, contra el poste derecho y anotar el primero, todo el mundo se dio cuenta que el tricolor tenía resuelto el acertijo.
Y fue así nomás. Irusta se agigantó tapando varias pelotas de gol, pero nada pudo hacer cuando Cristian Cuenca se filtró por izquierda, levantó la cabeza y vio que Jeldres encaraba solito como una topadora por el medio. El neuquino sólo tuvo que empujarla con el arco vacío, porque la asistencia fue perfecta.
En el complemento el tricolor siguió siendo una tromba. Era cuestión de acelerar con combinaciones rápidas y certeras, ya que en las triangulaciones participaban casi todos, hasta los laterales -Dauwalder y Formigo- que tenían vía libre para sumarse al circuito ofensivo.
Era cuestión de acertar el último pase, como lo hizo Jeldres, en un desborde por la derecha, con un centro rasante atrás al que Tapia le puso un moño con un remate alto que pegó en el horizontal y se incrustó, con furia, en el arco de Irusta.
Ese gol, el tercero, dio pie para aflojar un poco el ritmo, apelar a las variantes e ir administrando energías para el clásico en el Carminatti.
Mungo ensayó variantes -entraron Goberville y Mendez- y en ese lapso de reacomodamiento, Sol de Mayo aprovechó una pelota parada, de las pocas que tuvo en el partido, para descontar con un remate de Matías Kuchich.
Pero fue un atisbo de reacción, porque el tricolor volvió a apretar el acelerador y anotó el cuarto para alegría de todos los presentes. Cuenca recibió de Goberville, puso la suela para matar el efecto y dejó el balón dormido para que el propio Goberville tuviera un penal a la carrera desde una posición envidiable.
El 4 a 1 desató la locura de los hinchas, que desde hacía un buen rato venían cantando por el partido del domingo en lo que será, sin dudas, un clásico atrapante para una zona donde demás está decir que los dos de arriba juegan a otra cosa.
La síntesis
VILLA MITRE 4 (4-4-2)
Moyano
Dauwalder
Manchafico (c)
Mancinelli
Formigo
Tapia
Olinick
E. González
M. López
Sebastián Jeldres
Cuenca
DT: Carlos Mungo
SOL DE MAYO 1 (5-4-1)
Irusta
Rivero
De Olivera
Huichilef
Kucich
Vivanco
C. López
Ponce
De Jesús Olivera
Valdebenito (c)
Cervera
DT: Juan Alfonsín
PT. Goles de Formigo (VM), a los 22m. y Jeldres (VM), a los 42m.).
ST. Goles de Tapia (VM), a los 20m.; Kucich (SdM), a los 23m. y Goberville (VM), a los 37m.
Cambios. 73m. Goberville por Jeldres, 74m. Mendez por M. López y 84m. Tanner por Dauwalder, Pinedo por Mancinelli y Mucignat por Cuenca, en Villa Mitre; 45m. Reyes por De Jesús Olivera, 63m. Morales por Veldebenito y Ramírez por Ponce; 74m. Pata por C. López y Medina por Vivanco, en Sol de Mayo.
Árbitro: Álvaro Carranza.
Cancha. Villa Mitre.