Primera Nacional - VILLA SAN CARLOS

"Las vueltas de la vida"

Les presentamos un cuento creado por el escritor Eduardo J Quintana, en homenaje al Club Atlético Vi

- De Villa San Carlos…
Así se presentó en sociedad, con esa inocencia propia de los tipos que ingresan a un grupo ya formado. Fue un miércoles, al mediodía, en el bar de la Facultad. Dos mesas juntas y el grupo de compañeros de curso afianzado a través del tiempo. Futuros abogados, con toda la impronta de los platenses y allí Federico, el nuevo, que se presenta en el grupo homogéneo y futbolero. Eran cinco integrantes, Jorgito y el Taza, hinchas furiosos de Estudiantes; Tato y el Morsa, fanas del Tripero y Diegote, un gigantón quilmeño, hincha del club de la cerveza.
Cinco compañeros de clase y toda la idiosincrasia de clubes de envergadura en sus respectivas ligas y de multitudinaria masa de seguidores a lo largo y ancho de sus ciudades, con una historia riquísima, formando una segunda línea detrás del marketing de los clubes grandes de la Capital.
Por eso las discusiones se tornaban maravillosas, con todos los ingredientes de las anécdotas barriales, llenas pasión y amor a los colores propios y rivalidad manifiesta hacia los eternos adversarios.
La Plata es una ciudad pujante, universitaria por excelencia y totalmente futbolera. Esas discusiones sobre el más popular de los deportes eran moneda corriente en el bar de la Facultad, cuando entre café y café jugaban el clásico de sus vidas. Por eso el día que entró al buffet Federico y se acercó a la mesa de amigos, lo primero que le consultaron fue:
- ¿Y vos flaco, de qué cuadro sos?
A lo que Federico respondió con orgullo…
- De Villa San Carlos… Club Atlético Villa San Carlos
Y ante las carcajadas de los cinco compañeros y las miradas sorprendidas de los otros comensales del bar, Federico reiteró elevando la voz.
- Soy hincha de Villa San Carlos
- ¿Y eso qué es Flaco…? Preguntó con sarcasmo el Taza (al que llamaban así por su corte de pelo)
- Villa San Carlos de la Ciudad de Berisso, el lugar donde nací, donde crecí y donde vivo.
- ¿Pero de Villa San Carlos y de quién más? Preguntó Tato
- De Villa San Carlos y nadie más…
Y allí arrimó la silla y explicó porque era de “La Villa”. Su padre, un trabajador de la destilería, le inculcó desde muy pequeño, el amor y la pasión por “el Cele”, el club de su barrio, de su familia, de sus amigos. Es difícil discutir de fútbol con semejante diferencia. El Celeste militaba en la Primera C del fútbol argentino. Una divisional casi amateur con muchos equipos de arraigo barrial, pero sin la difusión necesaria para que esos equipos crezcan de la mano de proyectos importantes- Por eso, fue risueño para los compañeros de Facultad, porque normalmente existen y conviven dos equipos en el corazón de los hinchas de los clubes de esa categoría. Por eso es mucho más valedero y loable cuando algún futbolero demuestra el amor y la pasión por un pequeño una divisa de la cuarta divisional del fútbol argentino, por eso el “de Villa San Carlos y nada más” engloba, no solamente, el “ser” hincha de un club, sino que armoniza tres grandes cosas “amor, pasión y pertenencia”.
Ser “de Villa San Carlos y nada más”, representa, ser de Berisso y ser de Berisso, no significa solamente vivir en un lugar, sino como dice su himno “Berisso, barro, monte y esperanza; fábrica y obreros; puerto, barco y añoranza”.
Ser “de Villa San Carlos y nada más”, encarna ser del equipo de mi viejo, ser del barrio de “La Balandra”, ser de la barra de aquella esquina donde nos juntábamos de pibe, los mismos pibes, que hoy nos seguimos juntando.
Ser “de Villa San Carlos y nada más” era eso, es eso, será eso; y los compañeros de la Facultad nunca lo entenderían. Ellos viven entre diagonales de asfalto, canchas modernas, partidos internacionales y Federico deambula entre el barro y los tablones de madera.
Pasaron los años y “el villero” como lo habían apodado a Federico, no era tenido en cuenta en las discusiones de fútbol, ni siquiera cuando su equipo le hubiese ganado un partido a Laferrere o cuando en el 2009 empató el clásico contra Defensores de Cambaceres y ascendió a la B Metropolitana, para empezar a codearse con equipos más conocidos.
Era común verlo a Federico vestido con la casaca celeste con la franja blanca que le cruza el pecho, en una reunión de amigos, en un asado, en un partido.
Por eso, tantos años después, ya entrado el 2013 y el Nacional B golpeando la puerta de Berisso, la historia le hizo un guiño a la pasión de Federico.
Con la carrera de derecho finalizada, con el Auditórium de la Facultad repleto de alumnos, abogados y familiares; con la figura del profesor, el Doctor Florencio Miralles con el diploma en mano y la voz del presentador llamando al escenario a Federico Andrés Valle y la larga figura del “villero” ataviada con un prolijo traje azul oscuro, con su saco cerrado y corbata al tono, que se acercaba raudamente, acompañado por el correspondiente aplauso general, que fue aumentando en forma proporcional a la entrega del diploma y el abrazo con el Profesor Miralles y el apretón de mano correspondiente a las autoridades, y que pasó a ser ovación cuando saludó a la concurrencia, desabrochó el botón de su saco, levantó sus brazos y dejó ver su camisa celeste con la banda blanca que le cruzaba de izquierda a derecha, su orgulloso pecho “villero”.
Ya era abogado. Ya era el Doctor Federico Andrés Valle…
Doctor Federico Andrés Valle de Villa San Carlos…

Eduardo J. Quintana

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