Primera C - LUJAN

"Eran la Basilica"

De la mano del escritor Eduardo J Quintana, Mundo Ascenso hace un homenaje mediante este cuento a to

Hugo nació en el campo, entre vacas y toros, montando a caballo, cuidando el gallinero, alimentando los pavos. Vida natural al cien por ciento, con el sol y el paisaje agreste de fondo, como una pintura rupestre. Una familia numerosa, los Bentimiglia, un matrimonio formado por Fermín y Rosa, más ocho hijos producto del amor, la tranquilidad y los muchísimos años de convivencia. Todos educados en la escuela pública, en la escuela rancho a la que concurrían en el carro tirado por una yegua que ya era parte de la familia.
De los ocho hermanos, los dos varones más grandes siguieron trabajando en el campo, en cambio el tercero, Hugo, continuó estudiando en la escuela agrotécnica de la ciudad, con un sacrificio enorme, que lo hacía pasar semanas enteras en una pensión estudiantil, compartiendo la vida diaria con otros pibes de su edad y sus mismos gustos. Algunos fines de semana libres, volvía al campo a ver a su familia y reencontrarse con sus animales. Otros, los de estudio, se quedaba en la ciudad, y entre libro y libro, le dedicaba tiempo a su amor futbolero, el Club Luján.
Desde muy chico y por la proximidad de la ciudad a su rancho, sintió como parte de su ser al Lujanero, por eso cada sábado que podía se mudaba a la Basílica, para ver al Club que lo acompañó desde su nacimiento. En el estudio, era brillante y en las tareas del campo, un tipo sumamente inteligente y audaz. Por eso no sorprendió que lo viniesen a buscar de una multinacional para trabajar en el laboratorio y el campo. Así comenzaron sus progresos tanto en la calidad de vida, como en lo económico. Con el paso de los años, en la empresa fue ascendiendo, por capacidad propia y por un gran compañerismo. Su imagen era intachable y contrastaba con su fanatismo por el fútbol, encarnado en el Club Luján, que no solamente formaba parte de su historia, sino de su identidad y arraigo campestre. Era normal verlo en momentos de ocio, con la camiseta blanca con la franja roja cruzada, la llevaba con orgullo, la confundían con la de Ríver y el sacaba pecho respondiendo: “¡Qué Ríver, esta es la de Luján…!
En un principio comenzó a recorrer el país con su trabajo. Viajes largos, lugares desconocidos, semanas alejado de los suyos, con la alegría por los progresos en contraste con la tristeza por la pérdida de las pequeñas cosas de la vida. El almuerzo de los domingos con la familia, los asados con amigos y por sobre todo, la falta de fútbol, de cancha, de Luján; eran inocultables falencias que había adoptado la vida cotidiana de Hugo. Pero la elección estaba hecha, los riesgos tomados y el futuro asegurado para él y su familia, que lentamente iba modificando su forma de vivir. La puerta de Europa estaba abierta y no extrañó el primer viaje de trabajo a Alemania, más precisamente a la ciudad de Hamburgo, donde experimentó laboralmente cosas inimaginables que lo hicieron crecer aún más. Conoció uno de los puertos más grandes de Europa, recorrió la ciudad y fue a ver un partido del Hamburgo al Estadio Imtech Arena, ataviado con la camiseta blanca con la franja roja, que le había obsequiado uno de sus ídolos, Oscar Mena. La mostraba con orgullo, inflaba el pecho ante cada mirada y disfrutaba cada vez que aclaraba que eran los colores del Lujanero.
Los viajes comenzaron a hacerse más frecuentes, Italia primero, España después fueron los siguientes países visitados por Hugo Bentimiglia, quien quedó impactado por la belleza de Ibiza, donde pudo disfrutar de la playa de arenas blancas y el mar azul, como nunca había visto en su vida. Del campo, de los animales, del carro, a las playas de Ibiza, un cambio importante en la historia de Hugo. Un cambio que no incluía una modificación en su pasión, por eso no era descabellado que paseara por Roma o Milán vestido con la camiseta de Lujan. O aquel día que lloró de alegría cuando caminando por Ibiza, con Ricardo, un colega de la empresa que lo acompañó en el viaje laboral, vio a lo lejos a una persona con una camiseta similar a la que él vestía.
- Mirá Ricardo, mirá ese vago…
- ¿Qué tiene? Preguntó Ricardo
- Mirá esa camiseta…
- Es la de Ríver, Huguito. Mirá si acá en España vas a encontrar otro hincha de Luján.
- Qué River, qué River, esa es la camiseta de la Mona Brayotta, no le ves el número.
Hugo que acelera el pasó y grita.
- ¡Flaco, flaco…!
Y el morocho que se da vuelta e impactado le grita
- ¡Aguante el Lujanero!
Corren y se funden en un abrazo, con emoción y llanto. Las dos camisetas la de Oscar Alcides Mena y la de Javier Alejandro Brayotta, unidas en la pasión de dos hinchas, de dos hermosos exponentes de la pasión Lujanera.
La playa de Ibiza era el Municipal de la Ciudad, Mena y Brayotta, los ídolos de siempre. El fulano y Hugo Bentimiglia, eran Luján. Eran la Basílica. Eran el amor por la blanca y roja.