Perder un clásico duele. Perderlo por goleada debe ser el peor dolor futbolístico en un torneo. Los dirigidos por el Cachorro, desde el momento en el que enfilaron para los vestuarios, ya se los vio con la cabeza gacha y sin muchas ganas de explicar lo que había pasado.
En un vestuario herméticamente cerrado, no se escuchó ni siquiera un grito de parte de algún miembro del cuerpo técnico ni de alguno de los referentes y mucho menos se sintieron con las ganas de salir a la zona mixta para dialogar con la prensa.
Luego de un rato de espera, uno de los encargados de la prensa del club Gutiérrez, con un lapidario "los chicos no van a hablar" cerró las expectativas de los periodistas que intentaban escuchar la palabra de algún jugador Celeste.
